
La materia abrió la puerta del cielo,
y mi alma se torno agua,
que deviene de la fuente inagotable.
El solsticio de enero.
El maestro dio su pan en mis manos.
Y saboreamos el néctar del misterio.
Fue cuando no diferenciar,
el cielo de tierra, lluvia de sol.
En algo tan claro y posible.
Solté la sensatez.
y viaje por tus distintas distancias.
Cada ave sello en mi espíritu,
Sus alas del corazón.
ALEJANDRO GATELL
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