martes, 6 de diciembre de 2011

EL SABOR A NARANJA Y EL PERFUME A EUCALIPTO









Abuela. Nuca entendía bien, lo que contabas en los atardecer del patio,



mas bien sentía algo.



Ahora todo lo siento y casi nada lo pienso.



En los domingos de otoño, me llevabas a la iglesia,



quedaba a la vuelta de el parque.



Entonces veía las cosas como un astronauta,



La prudente distancia de un niño, que toma el ser a cada instante.



Ni siquiera pensaba, que mi hermano y yo nos dejaban, los finfes de semana.



Por que el mundo e mis padres era mas que complejo, un mundo de locura.



Con su maldito dinero, mi padre, pretendía comprar hasta que era padre.



Eran vos y al principio el abuelo, que con su bandoneon,



me dejo impreso la tonalidad, donde vibran los poetas.



Nos quedamos sin el.



Y con una resignación que les da la grandeza a los humildes,



te hacías cargo.



Juntábamos eucalipto en el parque y en una lata los calentabas,



entonces nuestros resfríos s e espantaban, y cantabas.



Apenas puedo contener las lágrimas, afino mi guitarra y me acerco a la luz de lo sincero.



Aprendí la compasión, por un relato que nos dabas.



Eras de una chacra hija de un inmigrante italiano,



su mujer tu madre, había fallecido con tus tiernos siete años.



Tu padre lo templo un viento gris, y en las noches fría tocaba el violín,



el tema es que contabas que una tarde muy fría,



tenias hambre, pero un hambre que te sumía en algo espantoso.



Y subistes a un árbol, tomastes una naranja, la comistes.



Y la alegría volvió y el hambre paso.



Ese relato tenia magia y poder, ahora me doy cuenta,



Entonces te recordé hoy que mas de veinte años te fuisteis,



una noche de agosto, con un amanecer horrible,



cargar tu cruz fue el dolor mas liviano de mi vida.



Llore solo en una habitación de pensión con pan duro.



Y paresia perdido en el espacio.



Hasta que caí tumbado en la almohada,



y me rescatastes en un sueño.



Reite, canta, se feliz, con una sonriza brillante.



Me enseñastes lo esencial, sin tener titulo de nada,



por que hacías unos meses la primaria hasta que se rompían las zapatillas,



Ahora comprendo todo.



El sabor de la naranja y el aroma del eucalipto,



Y llenare cada parte del mundo con naranjas y eucaliptos,



para que todos salgan de sus tristesas.



Aunque mas nos ea en este relato.



La flor que te deje en tu rió, me trajo este sueño.



Abuela Rosa, eternamente te amo.



GRACIAS.






ALEJANDRO GATELL



1 comentario:

  1. Gracias Juglar Loco por esta sensación dulce y melancólica que deja esta hermosa poesía

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